Friday, December 14, 2007

La copa de José

¿Por qué habéis vuelto mal por bien?
¿Por qué habéis robado mi copa de plata?:

Génesis 44:4


Es mi copa no sólo ente de plata.
Es la presencia de mis bendiciones.
Ningún ladrón robará la alegría de su vino.
Ni compraventa la urdirá para el hurto.

En mi tazón yo paladeo la alegría.
Y Zafanat-panea distribuye sus emociones
conforme al siervo que agradece y escucha.
En mi copa se colman mis verdades íntimas.
Es mi don y mi servicio. Es la presencia eterna
del Poeta, su movimiento en los tiempos de exilio.

Ninguno, ante los cinco siglos de escasez
que vivimos, retendrá su abundancia
ni tampoco los residuos de mis lloros y ausencias
ni mis quehaceres; mi copa se restaura y se pervive.

En cinco siglos de porvenir, de múltiples satisfacciones,
ninguno, sólo yo, el vendido por sus propios hermanos,
sabrá regocijarse, pues mi copa devela su regreso.
Mi copa anuncia sus rescates y se confiesa por misericordia.

Es mi copa, no sólo ente de plata.
Es la vasija donde vacío mis versos, el amor
donde se cobija y alimenta el nexo de mis generaciones
y cada pequeño benjamita, dicha de su pueblo,
sustentador del padre que los ama.
3-12-1998


Carlos López Dzur / Poetas del Mundo

La piedra de Jacob

Y esta piedra que he puesto por señal
será Casa de Dios:
Génesis 28: 22


Yo dije: ¡Cuán terrible es este lugar!
La Tierra. La fragilidad humana. Malkut,
el temor de la Maya y las tentaciones.
Tenía una piedra dura, mi almohada,
cuando de mis ojos se ausentaron
todas las estrellas detrás de nubarrones.

No sospeché que Betel fue llamado Luz,
lugar oculto del hallazgo. Inicial zozobra.
Pero esperanza fue la piedra de mi cabecera
tan pronto dormí lo que la carne puede.

Soñé con la presencia lo que el espíritu dice.
Ví los peldaños de las onticidades; pero
también los espacios profundos, la escalera
hacia el cielo, los divinos engramas que se inician
en Malkut y en los cuatro elementos.

Desde la luz, no hay encubrimiento.
Jacob bendice y la piedra trasciende
y hasta quema las manos que la cubre
de aceite y la levanta como señal
para el alma y su litoral de aprioridad,
original y sublime. «Esta que sea mi casa»,
mi portal de futuras palabras, mi hallazgo
y mi sentido. ¡Bendito sea este lugar terrible!»

4-02-1998



Carlos López Dzur / Poetas del mundo

Thursday, December 13, 2007

El ruido mundanal de las comadres

Te quitaría los sonidos de la boca, la garganta,
la noción de que oyes y que hablas. Sin embargo,
es tan poco lo que escuchas; es tan pobre
lo que dices... que no... ¡mejor quédatelas!

No soportaría muchas chachalacas
y te ahogaría en ellas, al decirlas.
Ere sólo un grajido de rumores,
eco de los gritos de sirenas,
ruido mundanal de tus comadres.

Carlos López Dzur

Más muerto que vivo

Alguien de los que inventa
los demonios de la metagnomía
y asigna los castigos preventivos
cada vez que el mirlo canta
o que suelta la angustia
por excepción de los días,
me lloró con lamento diluviano.
El miedo guarda la villa.

Y estoy más muerto que vivo,
creyendo a lo más necio
del fondo de un caldero,
adelantado a mi tumba
después de ser amado.

Carlos López Dzur

*

Juan Ignacio Bascarán

a Juan Ignacio Bascarán Quintero (1854-1898).
guerrillero mayagüezano, organizador de la tropa
voluntaria de «Los Sucios»


No me gustan los ahorcados.
Menos las cárceles que injurian
el cadáver. Menos las dudas
y circunstancias misteriosas
de eventos tales en que la muerte
reclama al inocente y al apesadumbrado.

Juancho, ¿qué pasó contigo?
Te colgaron, Bascarán,
y una bala perdida no aparece.
Del libro de visitas, se cortaron
las páginas. Al parecer, no te conoce
nadie. Siquiera Concha Gayá,
tu mujer, tus cuatro hijos.

No me gusta esta moneda
que se puso en tu boca, Juancho,
ni que haya nadie que te reclame
los huesos, nadie que te ofrezca
un adiós en tu siglo, espadachín valiente.

Desde la Cárcel de Mayagüez,
después de un duelo, llamaron a Caronte.
Desairó al General Schwan sólo se dijo.
Capitán de incendiarios, come-vaca,
no es digno: «Hagan el favor
de tirarlo muy lejos; ya está muerto
y aún sangra, el balaso que,
en Arecibo, le dimos».

3-12-1998

El alma bella

No estés triste

No se trata de las renunciaciones.
No del cadáver del Deseo.
No de una moneda colocada
en la costilla o la boca del difunto.

¡Esto se paga en vida,
venga o no venga la Muerte!
Esta es la virtud anticipada
y la gracia trascendente,
la bendición a tiempo:
¡Eros, eros, eros!

7.


No me los llevo al infinito, Carlos.
No estés triste por ellos.
Volverán a lo mismo, en breve:
Mingo La Perra a trepar el palo,
Sabino, a la albañilería,
Cornelia a santiguarnos.
A rezar, La Puerca y Pascasio.

Un palo encebao es la vida
de ellos, sus habitáculos en el yo,
en la autohisterizaciones,
en las norias del buey
y lo alienado.

Estas gentes no tienen plenitudes.
No son del Uno, ni sospechan
a Spinoza, ni los otros lados
de la onticidad y sus universos.
Están verdes y crudos,
sin comprensión primaria
de los cinco sólidos perfectos,
apenas balbuceantes
en sus metafísicas.

Van a sanarse después
de mucho herirse y regresar
a herir, después de mucho sanarse.

Del libro Yo soy la Muerte / De CarlOS López Dzur /
Lista

Sunday, December 9, 2007

La tuerta

A Doña Ana de Mendoza (1540-1591)

O, sea que en lugar de salirle al toro del callejón por los cuernos y encontrarse frente a frente con el mundo, prefieren elevarse al 'ascesis' y en sus intentos por alcanzar lo absoluto, aniquilan la posibilidad de concreción... [...] El ensismismamiento estético no es teleología: Extor Henríque Martínez




Nació y creció muy linda. Una bellísima bebita y una adolescente privilegiada hasta que, en una lección de esgrima, le acuchillaron el ojo. Lo perdió por completo. A la edad de doce años, la Corte española decidió que Anita debía casarse con Ruy Gómez de Silva, privado de Felipe II, llamado popularmente el rey Gómez, aunque sólo fue Príncipe de Evoli y, tras este casamiento, Doña Ana y él se nombraron, en boca de sus súbditos, como los Duques de Pastrana. Hubo que llamarla Doña Ana, sin diminutivos.

El accidente, su pérdida del ojo, no evitó que el matrimonio se consumara a la edad de 19 años; pero, ella recordaba el ayer y soñaba con el mañana de un modo distinto al día en que se anunció el compromiso. Quiso ser una monja carmelita y a sus consoladores dijo, una que otra vez:

«Quiero mi ojo». El mismo ojo que perdió a los 15.

Médicos y sacerdotes le dijeron: «No es posible».

Y el esposo añadió: «¿Qué? ¿También has perdido la cordura?»

No la besaba en la boca ni en sus mejillas tersas como manzanas. No había ni ternura en la alcoba. A veces él se reía sospechosamente. Anunciaba, con silencio: ¡Ya tienes una tara! No gustaba que ninguno mencionara La Tuerta ni que se la invitara a su lado en ceremonias oficiales. Pero bien que, años antes, cuando tenía sus dos ojos grandes y hechizadores, le suplicaba un gesto, una mirada, una coquetería que comunicara: También me gustas. Te distingo.

La jovencilla del parche negro fue mimada por sus damas de compañía y siempre preguntaba por Antonio Pérez, todavía no digno del cargo de Secretario del Rey. Desde niña, él la amaba. ¡Por Don Ruy ella no sintió tanto!

¿A quién vio Antonio que fuese más hermosa, enérgica, dulce y, segura de sí misma, durante su adolescencia? A ella... Cuando anunciaron su compromiso con Don Ruy Gómez, Antonio se mordió los labios. Fue un trago amargo. Chorrió su sangre como preludio del accidente en su corazón que guardó sus besos imaginarios como tesoro secreto.

Y ella lo observó. Supo sobre tal sentimiento. ¿Quién tuvo ojos más tiernos al mirarla?

Como ella, él a los 11 años que tuvo, llegó a la Corte, con un pensamiento pre-operacional casi ingenuo. Fue su crecimiento dichoso, al margen de ansiedad y culpa. El pensó que los mitos son ciertos, concreta y literalmente, y alguna vez escribió un poema, donde dijo que si Krishna le ofreciera mil pastorcillas para amarlas, como en los cuentos de Oriente, él las rechazaría. El sólo querría una: ¡y Ana es su nombre!

¿Pero quién era él, súbdito de príncipes, mandadero en la casa real? ¿Quién ante Don Ruy Gómez de Silva y los prohombres de Pastrana?

¡Estar cerca de ella le bastaba, verla con sus damas de compañía, verla en una fiesta, sin el derecho de bailarla, verla sin compartir la mesa, si acaso Doña Ana estuviese sentada!

El no cree que él puede abrir las aguas del Mar Rojo; pero Dios en Moisés las separa. Si Dios hizo el mundo en siete días y su fe, como individuo, se creciera como un grano de mostaza, nunca vivirá en miseria ni en vergüenza ni en esta soledad que es desearla, sin beneficio alguno. El es dogmático, literal en su petición de fe. Dijo: «Quiero que ella me ame y, si me amara, que Dios me arranque un ojo y lo ponga en la carita de mi amada. Un ojo mío por su amor».

Cansada de agotarse en las sombras, Doña Ana dejó de temer a sus disociaciones. El ego le dijo muchas cosas que tuvo en su pasado. Recordó el poemita atrevido de Diego, la tierna mirada que escondía cuando sólo fue un paje en el cortejo del Rey. El lenguaje que había crecido en ansiedad se atrevió a verbalizar: Mi cuerpo sigue siendo muy hermoso. Ruy lo disfruta, pero no lo agradece.

Se decidió a no reprimirse nunca más e infinuidad de palabras aparecieron en su vida después de las imágenes dolorosas que soñaba y las pulsiones de su inteligencia emocional, fantásmica, harta de líbido. Quería vivir, no morirse en vida, por la carencia de un ojo. Siempre su mente fue poderosamente figurativa. Le gustaba, por la educación religiosa, lo que leyó y supo de Las Carmelitas. Se esforzó por algunos conceptos connotativos; pero, si el Espíritu depende del descenso del deseo y la líbido en la carne, se pensó muy lejos del éxtasis. Con su esposo, el sexo es un ritual de la impulsividad y el narcisismo.

Don Ruy se encima, con agresividad, la penetra sin verla. No enciende una luz ni para lamerse sus senos, un aspecto de su cuerpo tan hermoso. El no sabe añorarla ni quererla. Por tuerta, le resta plenitud y perfecciones del carácter. Menosprecia su cuerpo.

Entonces, se escuchó del nombramiento. Antonio Pérez será el nuevo secretario del Rey. Está en la misma categoría que Juan de Escobedo. Han premiado su lealtad, se dijo en la Corte. Antonio piensa para sí que se ha premiado su fe. Por sus responsabilidades, en el servicio real, ante él vendrán aún las peticiones que al Rey Felipe II se le hacen. Sabrá acerca de sus asuntos íntimos. Sus preferidos, sus gustos, sus excentricidades, o soberanísimas jaladas. Oirá de su propia boca cuanto habla en torno a la Duquesa de Pastrana y su esposo.
El rey sabe que es un majadero, malagradecido.

Hará escasamente unos meses que oyó lo que éste dijo: «¡Rey mío, la mujer que casé es muy torpe, inmadura e incumplida! ¡Quiero serle fiel, pero se niega al acto!»

«¿Quieres una concubina? ¡Ténla! Lo concedo».

«Doña Ana no es alegre. En el Palacio que nos díste en Pastrana, se encierra día y noche. A duras penas ante Su Magestad la presento para que cumplamos mis deberes y protocolos, pues ella finge o miente al decir que su cariño de Rey se ha mermado. Se acompleja».


«Haré que Don Antonio, mi secretario, le transmita mis pensamientos. La admiro y la distingo como cuando creció en mi corte y nació de su madre en mi palacio».

«¿Por qué don Antonio y no don Juan de Escobedo?»

«Este hombre es más discreto, religioso y fiel».

El Rey dio una prerrogativa a Ruy Gómez que no ha sido de su gusto. Complicidad real a su lujuria.

«Deshonras una dama porque le falta un ojo, mas, ¿no fue Doña Ana la doncella más bella y amada de la Corte?», preguntó y no le dejó responder. Le hizo señal de que se alejara de su presencia.

E instruyó el Soberano las razones que tenía para que se comunicara a Doña Ana y hacer que volviera al Palacio. Antonio Pérez las comunicó con toda la delicadeza que había en su educación y, aún añadió de su propio amor inconfesado, con discresión para servir a ella de consuelo.

«¿Por qué cree, Don Antonio, que Santa Teresa asevera que se está en pecado al nacer?»

«Pecado es sólo una separación momentánea y temporal de Dios».

«¿Y quién es Dios para culpar el pecado y predeterminarlo en un niño que aún no transgrede, porque vive indefenso en el regazo de su madre?»

«Dios es quien da revelación de ese misterio. Quien enseña el conocimiento meditativo, la vía interna».

«¿Cuándo? ¿Es para otros, no para mí, la revelación? ¿Por qué Santa Teresa la obtuvo y no yo?»

«No esté triste, señora. La Morada de Dios está en todos, Dios es personal y la unanimidad del espiritu humano y sus leyes, viene por causa de la fe».

«¿Y qué es fe? ¿vivir de rodillas, agradeciéndole a Dios que haya perdido un ojo y no tenga el mínimo deseo natural al que el matrimonio me obliga? No soy feliz, don Antonio. Desde los quince años, por razones físicas; por razones morales y emotivas, porque me asignaron de mi edad más tierna un esposo que me piensa menos? ... si, amé a otro hombre....»

«¿A quién?», tembló él a preguntarlo.

«El me escribió un poema; me prefirió sobre las diez mil pastorcillas a la que Krishna hizo el amor; me prometió separar las aguas, si un cominillo de fe surgiera en su alma; pero, palabras... Dios le da la 'mente iluminada' a los Krishnas y las Carmelitas, a los anacoretas y los herejes; a otros, sólo dolor y nos saca los ojos...»

«¡Calla, mujer! No peques».

«Pequé al nacer. Nací en pecado y no se me ha cumplido el sueño que llevo guardado, desde que, en una sesión de esgrima, se me amargó la vida...»

«Dios nos da una oportunidad».

«¡Mira qué oportunidad tan mezquina! Que me veas diez años después sin mi ojo, diez años ultrajada por mi esposo, menospreciada... ¿Dios te ha dado un poco de poder ante el Rey? ¿Para qué? ¿Para que vengas a compadecerme? ¿Te ha dado algo más? ¿Un grano de mostaza de fe para que separes las aguas? ¡No, Don Antonio! ¡Y tan poco que he pedido yo! ¡El ojo, mi ojo izquierdo! ¡O morir!»

«¡No diga eso! Si supiera, mi señora que, si por mí fuera, daría a usted los ojos míos!»

«Médicos y sacerdotes ya dijeron: No es posible».

«¡Sólo Dios hace milagros!»

«¿Qué importa ya que se abra el Mar Rojo o llueva el Maná del Cielo? ¡Son diez años con un parche sangrado y un dolor de mujer que no acaba!»

«Pues yo tengo fe, Doña Ana! Sí, pídale a la Santa».

«Bah… ¿Se sacará ella uno de sus santos ojos para dárnmelo a mí? No sea tonto, Don Antonio. Fe en una santas y santones es fe en algo menos que Dios, o aún menor que un granito de mostaza».

El silencio fue mutuamente hiriente después de lo dicho.

Todavía la vio hermosa. No obstante, intrigante y cruel. Lo comprendió cuando se sacó del corpiño el poemita que Antonio Pérez le dio, 'ay Dios, aún lo guardas'; esto fue como una estocada y, sin evitarlo, a sus ojos los empañaron las lágrimas.

«Amor ya no puedo dar, Don Antonio».

«Yo sí», dijo él llorando.

«¿De veras? ¿Amor esotérico, platónico, amor que no sirva de nada? ¿Amor en Dios, amor en mostazas de fe y carmelitas descalzas?», profirió con irreverencia La Tuerta.

«¡No hable así, señora, que cuando fue usted tan niña, me quemaba el deseo de besarla, quererla, desnudarla! y cuando perdió su ojo habría corrido a ofrecerle los míos... ¡No me hiera así que, aún desde mi celibato, la quiero! y no soy un monje...»

«¿Facilita las cosas si le digo que estoy dispuesta a ser su amante? ¡Téngame! Haga que Dios se cobre mi pecado y los suyos. ¡Que me condene de una vez! no, por ser una niña predeterminada en el pecado original, desde antes de mi nacimiento... Que me condene por no haberle amado, don Antonio. Yo misma perdonaré a Dios por sacar mi ojo izquierdo», decía con una pasión más que amarga.

«¡Nunca pensé que me amaras!», dijo Don Antonio, secretario privado del Rey, ahora acariciando el poemita en el papel que más bien sostuvo entre temblores.

«Mi amor ya tiene precio. No es amor. Es sexo. Cuando tenga la fe de un grano de mostaza, sea hoy o mañana, no pedirá ue pierda uno de sus ojos; quizás le parezca terrible. Quiero que mate a mi enemigo, al que me burla y humilla cada noche; al que se va a buscar el placer con una amante vulgar, una segunda consorte. ¡Asesine a Don Ruy, en secreto! y yo daré mi Palacio en Pastrana a las Carmelitas; seré mujer suya, sin condiciones, y me verá en el Convento, en aras de arrepentimiento o de la espera de un milagro», concluyó ella.

Juan de Escobedo espiaba para el Príncipe de Evoli. Informó el amorío de Antonio Pérez con Doña Ana. Incluso se atrevió a chantajearla. El quería sexo con ella y dinero.

Un día al príncipe se le encontró muerto. Lo trajeron al Palacio de Pastrana gente que lo halló en las orillas de un camino. La sospechosa fue su propia esposa. La Tuerta confesó, falsamente, que lo hizo. Lo mandó a matar. Don Antonio la desmintió, sin inculparse. Algo fue mal. El Rey Felipe II decretó la prisión perpetua de Antonio Pérez por su intriga. Tuvo la prerrogativa de condenarlo a muerte; pero, lo llamó ante sí:

«Don Antonio, tuve fe en tí y en ella. ¡Les amo! pero yo soy el Rey bajo la Tierra, Dios les perdone en su Trono del Cielo».

8-12-1986 / San Diego

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Genealogía

El guabá

No quiero pensar porque no quiero que el color del corazón se una al dolor del pensamiento: Emilio Castelar

La gente no quiere verlo. Ni recordarlo. Ya no se sabe dónde está. A menos que su paradero sea la tumba, o el frío e infernal destino de los muertos. Mejor será que nadie mencione al hombre que adquirió rango de canalla, tan insperadamente y cuando viejo.

¡Se le quiso tanto!, dijeron al párroco de turno. Y, hace unos meses, una beata de la iglesia, criada que limpiara su apartamento, sorprendió al perdido con una mujer desnuda en su recámara. Es cierto que no estaban en acción. Pero ella le mostraba el nalgatorio y sus pantaletas estaban sobre la alfombra y el padrecito tenía los ojos asustados.

¡Fue a Débora a la que vio! Una víbora siquitrillada. Desde siempre una niña coqueta. Crecida, mozalbeta gallaruza, problemática, buena para nada, barril de pólvora, cercano al incendio permanente de la vida, según la describiera más de uno.

Y la criada paró la oreja, se apertrechó discretamente y oyó lo que la mujer y el cura conversaron: Mujer, ¿qué has hecho? ¿Cómo te dejaste tatuar un guabá en el trasero? ¡No eres la misma que yo conocí?¿ Dónde esta la niña que fuiste y que yo admiré?

Ante la observación, Débora se quejó: ... ya no te gusto, ya estoy fea, ¿no? ¿Por qué me acuestan si me van despreciar al poco rato? Pues eso me pasa, que no hallo a uno fiel y verdadero. Que todos toman ventaja y me abandonan. Me tiran como chancla como hizo usted...

El respondió:

... Te alejaste de la iglesia, hijita mía. Te he buscado y me rehuyes... Te pedí perdón y no has perdonado... y sabes que fuiste mi primera pasión y te quiero bien, pero ahora en el amor de Cristo...

Ella se quejó:

... ya no te gusto, ¿no? porque he sido de varios hombres y tengo un macho de verdad que no se esconde en la sotana; y él me pega y me aborrece, pero me come cuando quiere...

Es todavía hermosa; su rostro tal vez menos que diez años atrás. Hoy es su alma lo que apesta. Es mucho más enojona, garrullera. Su boca es un cuchillo que él ya no besaría. No queda en ella una pizca de inocencia. Ante él, quien la amó con transparencia, irrumpió con violencia inoportuna. Casi asaltó la casa cuando la criada abrió el portonzuelo que va a la habitación del Virtuoso de Cuenca. Débora se levantó el vestido como una putezuela. Le mostró el tatuaje que estamparon en su piel: Una vez te comparta mi ponzoña serás mía para siempre... Un guabá con dicho lema arde cuando se deposita sobre las asentaderas.

Vino a provocar al viejo que puso fe en ese perdón que ella no le dio con la humildad y certidumbre con que él lo esperaba. El mensaje del tatuaje sería una declaración de guerra, no sólo una amenaza...

Cinco años atrás, aún más hermosa, el cura supo que se embuchiría. Sería como el guabá de la nalga: una araña peluda y cuya mordedura sería letal. Supo que bebía en los bares y, en ebriedad, maldecía haberlo conocido. Blasfemaba el nombre de Dios.

Dejó, por igual, la universidad por un hombre que se ha tatuado el cuello, las espaldas, los brazos y parece una vitrina, con escenas de estúpidos motivos... ¡Qué mucho ha cambiado! Ovejita del descarrío: Débora, pobre mujer...

A los 13 años, cuando ella fue adolescente y virgen, él la bendijo con su mirada y, a solas, al reflexionar sobre la brutalidad de la estructura social del mundo y la naturaleza del pecado, ella venía a su pensamiento y, al mirarla, sus ojos se consolaban y al dolor del mundo, él lo pensaba menos. Cuando hay esa belleza y esos regocijos que ella inspira, el mundo es perfectamente vivible, casi arcádico...

Ella vino a confesión, por tercera vez, después que él quedara embrujado por su encanto. Y por hallar este consuelo, la compañía y las frases de estímulo con que él la animaba, creyeron ser amigos, a pesar de todo. Débora nació en una familia que Dios bendijo con mucha riqueza de fe y de medios. Y a la ovejita negra de la grey, niña en la que se fijó, había confiado su amor y su líbido. Ahora supo que tenía un novio de oscuros orígenes.

A solicitud de su familia, él dio reprimendas, a veces consuelos; pero, siempre ¡lo mejor de su buena voluntad! Y, aunque se la había sentado en las piernas en par ocasiones y, encantado por sus lindos pechos de niña precoz, aunque quiso dormirla a besos sobre su pecho y tenderla sobre su sotana, se detuvo.

De pronto, la mujer estaba allí. Ayer, el más lindo cordero, la ninfa de los cuadros de Gessner que su padre amaría igual que él si la hubiera conocido, tenía una actitud diferente. A pesar de sus hábitos, esa niña de ayer hizo que él sintiera que tenía un corazón de pastorcillo y que en su comunidad se halló La Arcadia y una ninfa vibrante.

Una complicidad divertía a Débora. El ya sabía que había caído en manos suyas, al chupar de sus teticas y hundirse, de narices, sin bigotes, en su coño y besar las nalgas, con más pasión podenca que los perros salivosos que lamen una herida.

Antes de su tatuaje, a ese tajo insinuante, indescriptible, cismático, lo admiraba. ¡Qué lindo culo de mujer, Débora! Extasiado por ver la ranura, divisora del doble hemisferio de sus nalgas, por no desflorarla, apeteció tomarla por el ano.

Habría jurado que, de haberse liado con ella en sodomía, por el agujero del enchutaje, se vaciaría toda la fe que de él hizo al cura y al varón decente, generoso e idealista, que anhelaba ser. Ella lo miraba, traicionda por la sed del deseo, y sus ojos se le iban a las pelotas y al pene del Virtuoso de Cuenca y por ardor y ansiedad vital, jadeaban ambos.

¡Sí, con mucho gusto, ella se habría entregado y él, maduro, humano y pecador, como todos, lo adivinaba! Lo temía.

En un segundo, a la vista del cuerpo de la niña, se sucedieron unas imágenes, unas tras otras. Las vio como si fuesen fragmentos de video, las oyó como si las cantara el coro de su iglesia, la olió como pólvora que, de pronto, estallaría hasta chamuscar sus mejillas con una sensación menos agradable que esa mezcla de rubores y aromas que dejaran los muslos de Débora pegados a su piel...

La primera imagen es de una mujer, Inés de Manfield (tan linda como Débora); la segunda un Arzobispo, Elector de Colonia, que es él, el Padrecito 4 siglos atrás, al menos, o cualquier otro con sotana.

La tercera visión alude al Papa desautorizador y la cuarta es una imagen sobre los cinco años de guerra, a partir de 1583, que ese incidente que recuerda de sus lecturas teológicas produjo. El sacerdote Gebbard se había enamorado de Inés y deseoso de casarse con ella, abrazaría el protestantismo, polarizaría a los feligreses de Colonia y arrastraría la ciudad a la violencia.

Hay que aprender de la historia y de los siglos. Tendría que evitarla.

... cúbrete, pequeña... vístete otra vez... es mejor que te vayas porque ya hemos pecado...

Ella preguntó: ¿No te gusto?

El reaccionó: Me fascinaste, pero vete...

La boca del cura siempre tuvo un delicioso tufillo, casi siempre dulce como prisco, y comer la ostia, entregada por sus manos, para ella fue dispensarse el pensamiento de ser deseada y amada desde una raíz profundísima de vida. Por esta convicción siguió en la Iglesia, creció, se enamoró, olvidó, hasta que empezaron a dañarla los hombres que no eran como el Padrecito.

¡Otros, otros! Y lloraba al confesarlo.

¿Qué pasa con tu vida, Débora?

Demasiado, por desgracia. Dos veces consecutivas su novio la plantó ante los altares.

En cuanto a él, muchos lo conocieron bien. De él recibieron consejos y bendiciones. Por eso lo llaman el Padrecito. Fue varón excepcional y santo hasta hace tan poco. Y recibió muchos apodos cariñosos, pero hoy la gente desempolvó un gesto vindictivo. El curilla está acostado sobre una peña de granito.

¿Dónde recostaré mi cabeza?, pregunta.

Escucha a la gente incrédula. Desde el campanario, se repica un salmo que condena. La confianza de creyentes, cebados de espiritualidad y prudencia satisfecha, ha sido defraudada.

Mea culpa, mea culpa.

Por esos mismos días, cuando su vida se ensució por chismes y diretes, se halló un cadáver. El evento ha creado cierta confusión. Se dijo que, en su pequeño apartamento, cercano a la parroquia, el Padrecito se habría quitado la vida. Mas ningún comunicado de prensa ni funcionario en la arquidiócesis asegura que el muerto es él. El cadáver está en la morgue, aún sin identificar. La mayor parte de los vecinos calla. No han ido a verle ni se quitan la duda. Si el cura ha muerto de veras a nadie le importa ya.

Débora y su familia, únicos que, por actitud de atropello en la ciudad, no cejarían en su empeño de escarnecerlo, después que la criada dio la queja, han dicho que él está vivo, solapado por la Arquidiócesis y que el cadáver en la morgue será el de un indigente. Un tipejo será, desafortunado por el vicio y sin hogar; uno que entre pecadores de la peor estopa, el Padrecito, bobalicón y simbombo, compadecería.

No es la primera vez. A los criminales, lo mismo que a los humildes, él juzga con gentileza frailuna y, si los ama, al encomendarlos a la Voluntad de Dios, con la misma vara y medida que ama al virtuoso, los pondera siendo perversos. Habría asignado un catre de su alcoba al muerto y, de seguro, lo tuvo bajo su techo, cobijándolo con frazadas limpias de su gavetero y accediéndolo a su baño, porque, providencialmente sobre el Padrecito se recuerda su sermón por los pobres. Uno en el cual dijo que, para los desamparados, vivas almas sobrevivientes de las calles, los descarriados más hedientes en carne de pecado, los mugrosos de catinga y sobaquina, gozar de un largo baño, con jabón perfumado, de una taza de café y un caldo enjundioso de gallina, es su primer día entre los justos. Es entrar, con anticipación al rapto hacia los Cielos y ser bienaventurado, en las moradas que Jesús, la Puerta Abierta, ha prometido. Voy pues a preparar lugar para vosotros...

Un cafunga se murió en la casa del curita. Débora se pregunta si habría tenido algún mérito que el Padrecito adivinara cuán afligida tuvo el alma el desgraciado y regresara de su escondite y diera santos óleos. Según ella, el Padrecito perdió su virtud y de su corazón se borró la autoridad de Dios. Y ya no sabría dar auxilio al que sufre, ni dar almíbar a los asuntos que antes él razonó con tino.

¿Quién imaginaría que, cuando ella tiernamente se acercara en aras de consejo, lo que él llamara su filosofía de la realidad, Wirklichkeitphilosophie, quedaría reducida a la imagen de una araña peluda y venenosa, que mordería a sus fieles para originar un lento sufrimiento? Incredulidad y venganza.

Este guabá también te acusa, Padrecito, había dicho Débora.

Ahora, mejor que sea de ese modo, en candelero público, está expuesta su maldad ponzoñosa. Por diecisiete años, Débora supo cómo el curilla gaspaleó entre aguas turbias. Por tal razón, se arrepiente de su confirmación católica. Ha dicho acerca del bautismo (tema acerca del que él hablara muchas veces, aludiéndolo como una protección divina para pervivir en la lucha contra las tentaciones de este mundo), que es una ardid satánica y que ella lo ha verificado por seductivos rituales. Casi siempre oníricamente.

Cuando escuchaba alguna misa que él oficiara, Débora sucumbía en malos pensamientos. En la mañana, por haberlo escuchado, o por sólo haber pisado los atrios parroquiales, alegaría que ella despertó con sus pantaletas en los tobillos, el olor de semen, el vestigio de la boca de él, el sabor del vino de la iglesia, el olor de lirios e inciensos del altar. ¡El olor a él y sus lujurias! ¡el pandemonium!

Desde que las manos del teutón cuequense levantaron su faldica y acariciaron sus muslos virginales, Débora ha insinuado que ha perdido la paz. Abre sus ojos enormes, pero no llora. Me embrujaste, Satán de Cuenca, dice. El sí ha llorado como un niñajo arrepentido. El macabro oficiante, el dizque Virtuoso de Cuenca, utilizó su lengua con sabiduría convincente porque su elocuencia en los sermones la cautivó; pero, al mismo tiempo, además de sus palabras, el órgano se fue yendo a campo traviesa y a lamidas, como ágil y rasposa serpiente, invadió en lo profundo de sus vedijas.

El buscó su alma y la llenó de babas con su boca. Sedujo con poder no humano, diabólicamente. Ella quedó adormecida con regocijo misterioso...

... como si me drogara...

y las bragas se quedaban colgadas a la altura de sus pantorrillas y tobillos. Con sus mejillas, como radar, él recibía las vibraciones cercanas: las rodillas femíneas, tan suaves y sedosas. Entonces, él pensaba que la mujeres son ángeles, más vaporosos que óseos y se gozaba. Sus pómulos, sus orejas, sus labios... toda su tez, al rozarse o sumergirse, o extasiarse dentro de las entrepiernas que Débora abría, ahuecándolas como dos puertas, se silenciaban los ecos de su vida repimida. Sentía que aún las superficies más dulces y suaves de un cuerpo femenino, tienen átomos en llamas y temperaturas que a él agradaban más que la brisa del invierno y el aroma de las azucenas.

Desafió su escrúpulo, su miedo angustioso. El filtró sus manos y jaló el elástico que sujetaba la bikini a ella. Al fin, porque se las descorrió, emocionada y despaciosamente, ella se abrió. Una vez quedó sin pantaletas, estaría a su merced. Las manos, impertinentemente tibias, apretaron sus pulpezas. Y aún debajo de sus muslos y sus nalgas, el áspid de su lengua y de sus dedos taladraron. Se premió el alma cuando mordió su púbis. Y vino un orgasmo, uno y otro. Y ella jamás olvidaría que fue una inesperada complicidad de regocijo.

El sonrió complacido.
7-3-2002

El muerto

Dios es incierto. Dios es angustioso.
Dios es como la
mujer desnuda:
Yván Silén

Enterado de las cartas de su padre, el expulso sacerdote evitó la invitación al encuentro. No quiso ir a mentir diciendo que todo esté en perfecto orden. La iglesia lo bajó del pedestal en que lo puso. En su dulce rostro de antaño se marcó un rictus de amargura. Su cuerpo es un garrobo. En pocas semanas adelgazó mucho. Su cabellera cae sobre su frente como alpiste y hierba tembladora desafiada por la brisa. Viran las caras y niegan el saludo las mujeres que a él, en confesión, habían contado sus intimidades, de verbo ad vérbum.
Débora trajo a su conciencia mil mortificaciones al acusarlo sorpresivamente. Había acariciado sus muslos. Chupó de su pozo más secreto. Jamás pensó que esta verdad de su acto se dasataría diecisiete años después para hacer unos gigotes de su vida y volcarlo en el descrédito. Estaba excomulgado y sin trabajo.

Para el Padrecito había planes, aún no confirmados, de que sería llevado al extranjero, a no se sabe dónde, ya que un anciano pedía verlo en algún paraje de Europa. Una separación de 30 años, sin noticias entre ellos, al fin y a la postre, produjo que se recibieran varias cartas procedentes de Cuenca.

Su padre, hombre rico, centenario, amante de lo bello y lo sublime materializado, casi ilustre, fue discípulo de Karl Dühring y, cuando huyó de Berlín, por causa de la guerra, se asentó en Cuenca y crió de guacho al futuro sacerdote. ¿De qué manera, tan feliz y sin la influencia de mujer, o madre, lo habría criado, que él se decidió por la sotana y una vida discreta?

¡Esta vida que, por cierto, se ha escurrido!

Aún cuando no fue la carrera religiosa la que él quiso para el joven, el burgués se consolaba porque el muchacho era dulce, generoso y despierto y, antes de que partiera para sus estudios superiores de Teología, lo indujo a leer de su inmensa biblioteca. Junto a él admiraba las reproducciones de los lienzos de Salomón Gessner. Escenas bucólicas, ninfas y pastores, mundos casi angélicos de vida sencilla y paisajes, menos montunos y tediosos que Cuenca. Le inculcó, sin que se renunciara a la intuición de una belleza encantada y subjetiva, una concepción monista del mundo, al estilo de C. Darwin, R. Mayer, L. Geiger y, sobre todo, Ludwig Noiré.
En la hacienda de Cuenca de su padre, el seminarista cuando volvía a España, por unos días de descanso y vacaciones, en su lugar se ponía unas ropas de aldeano y llevaba, sin que nadie se lo pidiera, garrafas de agua fresca, o ajonjolí, a los campesinos que criaban cabras.

Sin embargo, han pasado treinta años. El no quiso dar la cara y se quitó la vida torpemente para evitar el reencuentro.

8-4-2002 / Adquirir Películas Click Here!

Oblatas del Santísimo Redentor

A Antonia María de Oviedo

A Antonia María nadie la nombra como Hermana, o Sor, en ese sentido de una protectora de la ofrenda / oblata, o falsas cortesías al oculismo divino. El rumor es que, en el pueblo de Ciempozuelos, habla un lenguaje de rameras, se inmiscuye con las mozas del partido y parece una de ellas a pesar de que viste sus hábitos monjiles y esos faldachones que disimulan su hermosura. Mas, dicho sea en verdad, es una monja que cree en Dios y practica las obras de misericordia, unas de las cuales son corregir al que yerra y redimir a los cautivos. Consuela a las que sufren; enseña al que no sabe y perdona las injurias.

Cuando visita los prostíbulos, la gente libidinosa reconoce el milagro («han vestido al desnudo») porque, sin duda, Antonia María llega con sus estropajos negros de religiosa y ella bien que se vería desempaquetada de sus faldachones. Tuvo una larga cabellera rubia, desgraciadamente hoy cortada. Si se hiciera rizos, vuelto a crecer su pelo, parecerían cataratas de oro, chorros de luz, que darían más brillo a esas estrellas azules que son sus ojos pegados al firmamento de su semblante hermoso.

Antonia María de Oviedo, fundadora de la Oblata de Ciempozuelos, también es llamada la Toña de Ciempollas. Desde que, en 1864, se dedicó a redimir al puterío, ha redimido a cien. ¿Quién diría que había cien pozuelos de amor por ahí esparcidos, cien pollotas cinga que te cinga?

Ya, en las afueras, no se consigue más, no se puede pagar a esas niñitas graciosas, aún inocentes, que todo lo ejecutaban con gusto, con agradecimiento. Nenorras que, si bien se tornarán impúdicas con los años, ejercieron con delicadeza las artes de amor. Las putillas de ninfalia virtuosa te chupan la verga sin prisa, como quien disfruta un caramelo. No están ahí, como las veteranas, apresurando su mamada con chapucería y gestos de 'ay no me gusta, no quiero', para tan pronto vean o las sorprenda el derrame y el desplome eréctil, voltearse y escupirlo con el desprecio de quien obtuvo un trago amargo. «¡Vístete y véte!» Bueno, cobran antes de dar cualquier servicio.

El sexo ya no tiene misterio, sino una compraventa con mecánico trámite. «Desfógate y véte, o beber y largarte».

Pero, gracias a la agenda de La Toña, se han aprendido muchas cosas en Ciempozuelos. Ella dice que aún el placer / el amor físico / el afecto son ofrendas que a Dios regocijan, porque El es la única causa capaz de producir efectos tan compensadores y deliciosos. En su congregación se enseña que los estados mentales son motivados por la acción de Dios y que las obras de misericordia no serían necesarias si no se creyera en ésto. Agrega que el Demonio / lo divino perverso, o dionisíaco, es una mera interpretación acerca de la riqueza del cuerpo, es decir, la sangre y la piel, que es la tierra, sobre la cual las aguas habitan. Aguas del placer, pero, obsérvese bien, Dios hizo los pozuelos de vida, el vientre y el sexo de la mujer. Dios hizo los días para que baje el óvulo y puso en las cavernas vulvares, la mucosa y el ritmo de sus contracciones. El sexo es una danza divina.

Por enseñar estas cosas y por utilizar unas analogías metafóricas, hoy por hoy, tanto la putarraca envejecida como la nymphette de nulípara, entienden el organicismo de su propiedad más valiosa. Son dueñas de sus cuerpos y la verdadera producción que con éste y de éste puede derivarse es tenerlo bien nutrido, sin hambre, proteger cada fase de su movimiento y cada posibilidad de su protección. «No salgan a la calle sin buen abrigo; no mendiguen en lugares oscuros», La Toña instruye.

La más linda de las putas de Ciempozuelos es una flaquita dulce como un higo de Murcia y dijo a Antonia María: «Los hombres me desearían más gorda para su mayor disfrute. Mis senos son demasiado pequeños y parezco un varoncito, un simple efebo mitológico».

«El que quiera leche que vaya a ordeñar sus cabras a su casa; el que quiera carne en abundancia, vaya y críe sus cerdos», contestó La Toña. «El capital que Dios te dio es esa esbeltez, niña mía. ¿No dijíste que bailas mejor que ninguna en el tugurio? No has nacido para impresionar con tetarrones. Capitaliza tu placer, no acumulando las grasas, a pedido de malagradecidos; en su lugar y empero, baila. ¡Es lo que tienes que hacer! ¡Danza, pequeña, como las niñas de Jerusalén!»

«Estoy llena de experiencias. No hay un amor sincero. ¡Puras decepciones con las promesas de tanto macho pretencioso y zalamero! Represento un billete que se paga de mala gana, porque ya no soy buena ni bella ni joven; pero tengo que vivir y pagar un techo y mi piso. Soy la ramera mala, la malquerida».

«Mujer, deja la taberna ya, no bebas una gota más con los cadetes y abandona el colchón de los placeres. Dios te quiere en la Oblata y te lo dicho. En oraciones, el Santísimo Redendor se me ha comunicado y dijo: 'Tráeme a esa gordita, a La Tabernera, ancha y hedionda como es, porque ella ha visto muchos caminos. Cada vena, cada arteria suya, se ha torcido hacia rutas sin paz, sin regocijo; varicocele espiritual se ha vuelto, mas aún así, vé y díle que, para la vejez de sus canales y túneles, para su piel agrietada y su furor uterino, tendré menos arrugas y un destino de besos. Tráela con el billete, o las monedas que a ella se dan de mala gana, porque yo fletaré un ferrocarril hasta mi casa y le daré morada en mi Cielos, en premio a lo que haya sufrido'».

«¡Bendita seas, hermana de las zorras!», contestó la vieja.

Así es Antonia María de Oviedo. A veces la Inquisición, las beatas y las Milicias calumnian, hostigan y aún arrestan las niñas viciosas que se escapan de la Congregación que fundara. Ella sufre con paciencia las flaquezas de sus putitas redimitas, niñas de la Oblata, con poco gobierno. ¿Quién puso orden en sus emociones, en sus cerebritos vacíos, antes que La Toña? Nadie las educa; el corazón es la Bolsa, pero le dicen: «Haz negocio con ese corazón pecaminoso. Súrtenos de placer con esa riqueza. Eres el banco de las liviandades y, nosotros, policías que te observamos, orientándote al orden».

Pues, la Oblata del Santísimo Redentor está haciendo una gran obra. En los prostíbulos que ejerzan las que saben cómo protegerse y acostar un cuaco majadero, como esos cadetes y vigilantes que multan y persiguen. Al policía, ténganlo contento con culiadas, insinuarán que también ustedes pueden chantajearlo donde más le duela. Ciertamente, ésto lo aprenden en secreto y en metáforas porque Antonia María, para ser tan jovencita y aristocratona, sabe mucho. Antes seducía a los poderosos, con una coquetería de ojos, un giro súbido de cabeza y desparrame de sus cabellos y rizos de oro. Su haldear cachondo es secreto todavía guardado.

Tal vez uno que otro día lo cuente todo: pero las putas, con sus pocitos de ternura y alegría, son ya sagradas en Ciempozuelos. Que nadie se atreva a ultrajarlas, sin tener su castigo. Si no lo cumple la ley, la Oblata va como un cuchillo. Que nadie la enferme, las golpée, o deje de pagarles. La Amiga de las Zorras está en vela.
3-6-1999 / Adquirir Películas Click Here!

El Gringo de Cubero

«El Gringo», ex-ratero, hermano de Cuco «El Puma», Rogelio «El Camarón», Felicia, Cuca y «Papiro", vivía al lado de la casa en que vivió «La Carlita», a sotta voce orgullo de El Pepino, ícono glorificador del sensual Pueblo Nuevo. Son hijos de Don Fundador Cubero, quien como Juan, fue socialista en tiempos del poder de La Mogolla. Cada uno de los hijos de Don Funda, forjó su historia, dibujó disparates en la memoria pueblerina... y salieron coloraos; sí, parecían gringos, ya que fueron grandullones, con genética esbelta, energía y buenos músculos.

En su punto de belleza, desde adolescentes, Cuca y Felicia exhibieron su esencia: ardientes, vivarachas, llamativas. Y Millán Matos, el proxoneta, les puso el ojo y se las llevó a sus bares de tugurio, donde los jíbaros galanes, después de la zafra o las cosechas de viandas y frutos en sus campos, paraban en la casa de «Ja», por los rumbos de Rabo del Buey, y le alquilaban las bicicletas de su agencia. Harán lo que se espera, en esos años de boleros mata-penas, melodiosos y velloneras que se ubican en esquinas para, desde temprano, en el tránsito vespertino hasta la madrugada, llamar al trago y al cachondeo tropicaloso.

«¡A tirar el plante entonces!», farfulló un cliente, corta-cañas, después que Ja rentó la bicicleta.

A ver a esas dos putas admirables: las hijas de Don Funda.

«Echar mi billarcito es lo que me place!»

«Bailar con Felicia La Camarona es lo que quiero», dijo el otro.

En fin, sus aromas tiene, por igual. Cuca Cubero... porque su propaganda, vox pópuli, alega que es la más linda de todas. Tan linda es que a buscarla, con Millán, viene Forito y Santos Méndez y la llevan a sus lugares, como si fueran baales. Casi divina se juzga la hermosura de Las Camaronas, por lo que, en las Ninfalias del paraíso del Amusement Center, ellas son vestales, centro de las miradas apetentes.

Papiro fue un muchacho estudioso, serio, aplicado. Su inteligencia consolidaría las sobriedades del buen comportamiento. Al crecer, viendo el pueblo, su familia y su némesis, emigró a Pennsylvania y se olvidó de Pepino.

No así Rogelio, el primero de los camarones.

Tenía las manos largas. Ojos de lince velón. Por endijas de las chozas de madera de Pueblo Nuevo al Guayabal, de Stalingrado a Tablastilla, metía sus ojos salaces; se ligaba a los maridos en faenas, a las hijas que crecen, año con año, dormidas sobre catres, moviéndose, semidesarropadas, nerviosas por el frío o el calor de la noche... Un día serán hembras, dignas de que una pinga les rompa las cobijas y les visite muy hondo, vulva adentro y las ponga a gemir en despatarres. Es un espión, perseguidor de pantaletas. Se las roba de los cordeles. O mete manos hurtadoras en las tinas de lavado. Las saca del fondo jabonoso de algún baño cuando cree que ninguno lo observa. O ve cuando la lavandera da por terminada su faena y cuelga muchos trapos a secarse.

Un tendido de pantaletas es un tesoro. Una tentación [para juegos retrercheros] de su psiquis.

Es un fetichista consumado. A la copa del corpiño la muerde, sin lograrlo. A las pantaletas las huele, las besa y, en alucinaciones, se las ingenia para vestir a sus amantes. En su imaginación varonil, quisiera ser como Elvis Prestley o, al menos, como Rubirosa. Es que, con deleite, fuma la yerba marihuana. Vive acelerado desde el alma; pero su carne sube a un carro acelerados. Y lo lleva hasta las nubes donde el placer juega su billar y él siempre gana y autoriza, por ello, a que limpien su alma de carencias y de maldiciones.

Rogelio se conoce los callejones donde hay bares y ventorrillos. Es, en la fondita, de Tito Vargas donde come su platillo de cuajito, morcillitas y modongo y, a veces, se atraganta. En el barecillo, con Don Pita, el consejero, es donde él espera que avance la noche, ya que irá hasta el Casco del Pueblo y buscará una tienda con vitrina.

Donde haya maniquíes femeninos, con bustos que le quepan en el puño, verá a seres casi en pañales o en falditas. Ante estos figurones o angelones se hará unas pajas en caliente. Serán puñetas enervantes por la abundancia líquido-jariosa de su impulsión y erotismo. Dejará el semen chispoteada sobre el cristal y volverá a Pueblo Nuevo, sonriendo. Las puñetas puede que se lo coman en vida; pero, son más fáciles de adquirir que la droga, o el alcohol, o las mariposas en la noche.

Este es un titerón con palomilla. Bebe y jode cuanto puede; pero cuida su predio y tolera los valores que le enseñara su padre desde los tiempos en que Chilín Echeandía cuidaba la lealtad del voto por la Unión Republicana y La Mogolla, que presidió el buenaso de Don Nito Cortés, alcalde socialista del Pepino.

Don Funda y Chilín anduvieron con la Banda de los Siete Puñales, negros pistoleros de Tras Talleres, Santurce, pero profesionales. Extorsionaban a punto de revólver. A los valientes, boquirrotos, los neutralizaba el miedo, el miedo. Con las Siete Puñales a muchos liberales se les dieron sus matariles y golpizas.

El padre educa como puede al familión que tiene, aunque de hembrotas, como sus hijas, sabe poco. Espera que se casen bien, que ganen sus billetes, si es que no son tan tontarronas como El Puma pajiolero.

Con tal escuela, se explica por qué El Gringo, más chico de los varones, cayó preso. Está en la Correccional de Menores. Siempre fue bochinchoso, travieso, amigo de garatas y abusos. Arrasaba los carritos de los ventorrilleros. Robaría frutas y, cuando chico, aún no adolescente, la artesa de los dulceros. Pegaba sin piedad cuando era provocado. Carterista. La impaciencia la tuvo, a flor de orejas, por terquedad de no querer oir, a quien lo surte de imploros, o de buenos consejos.

Lleva unos meses de penitencia en la Correcional después que asaltó la Farmacia Rabell frente a la Plaza de Recreo. Como La Providencia de Gerardo Pérez, es uno de los establecimientos más viejos en su ramo en Pepino. El saldo de su robo fue poco, centavería y menudencia que apenas sirvió para una sola noche de disfrute. El y otros rateros se fueron a La Plaza. Habían comprado unos dulces y cada cual un helado. Sobró muy poco y El Gringo dijo:
«Pal' carajo. El resto es mío; mía la idea del robo».

Haya sido mucho o poco, fue a don Chucho Rabell quien robaron. Y él viene, como dijo Don Funda, de una cepa de santos. Rabell, padre, fue Padre Espiritual de Pueblo Nuevo. El fabricó el primer parque. Cuando fue el Alcalde, don Narciso echó los cimientos a la luz del progreso. Fue tipo y figura del heroico Prometeo.

«Ese robo es como robar a tu madre», oyó que Fey Méndez, el Alcalde, le dijo.

«Rabell Cabrero fue santo», realegó Don Fundador, quien una navidad quiso que El Gringo saliera de la cárcel. Tenía nostalgia de su muchachito, al que sólo le adujo como tara, «es que es travieso; se ha criado sin su madre».

Dos meses más, El Gringo salió libre, por gestiones de Fey e imploraciones de Cubero, padre. El prometió, ante el Alcalde y Fundador Cubero, que trabajaría en la limpieza, higiene y embellecimiento citadino. Trabajar en lo que sea es mejor que la cárcel.

«Trabajarás para la Alcaldía; pero, un robo más que cometas y yo te mando hasta Oso Grande», lo advirtió Méndez Cabrero, el Alcalde.

Ha cumplido bien. Del primer cheque, sin que nadie lo pidiera, El Gringo repuso lo robado. Fue donde Chucho Rabell con el dinero y don Funda vio a su hijo arrepentido, lloraba porque decía:

«¡Don Narciso fue santo! Dio el parquecito a Pueblo Nuevo, nos hizo unas calles...»

Se refirió al hijo del médico catalán, que llevó su mismo nombre, al viudo de Consuelo Fernández, padre de nueve hijos! En 1906, el Gobernador William H. Hunt lo nombró Alcalde del Pepino.

Cuando don Fundador Cubero le conociera, le explicó a su hijo porque le parecía Don Narciso Rabell Cabrero, prócer de la Patria y el primer Padre-Fundador del Pepino moderno, ante el propietario robado, le declaró:

... que sin él no se tendría acueducto ni planta eléctrica ni buenas calles... y tú robaste a su hijo, cuyo ancestro es santo y de prosapia...

Y El Gringo lloró y quería arrodillarse ante Don Chucho como si éste fuera un sacerdote.

No lo permitió Rabell Fernández y, pocas semanas después de este incidente, al que pasara por la calle, frente a la Farmacia, con la cuadrillas de quienes trabajan con Sanidad y el camión de la basura, lo llamó.

«¡Gringo, te llamó don Chucho», le gritaron.

El viejito blanco, canoso, se apostó en la puerta de la vieja botica. Una caja, empapelada de azul, sostiene con sus manos.

«¿Qué se le ofrece, señor Rabell?», lo saludó El Gringo.

No esperó reacción ni más palabras. Don Chucho puso la caja en manos del muchacho.

«Un obsequio que te doy. Lo tienes merecido».

Con el mismo dinero que Gringo Cubero devolviera, le compró unos zapatos.

Este gesto cambió la vida del ex-ratero para siempre.

Ha sido ejemplar su comportamiento.

Es buena persona y honra regenerada de los Cuberos.

Del libro Leyendas históricas y cuentos coloraos

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Uno es un zorro viejo

Siempre el corazón
se vuelve a las cosas más simples.
No es madurez, sólo abandono
en pos del egoísmo decentemente impuro
por vivir observante, vigilante
del rostro.

Uno es un viejo zorro, reflexivo
y medita que la vida es recurrente,
rencorosa, y cela su camino.
La vida no lo entrega todo.
Uno es la cara más vieja de las cosas
(y algo nuevo está en las cosas,
sin que se nos halla mostrado).

Sólo se atestigua que la gota golpea
sobre la peña. En su lento oficio persiste
y agujera al fin, lo que se puede.
Se ríe porque envejeces y lloras.
Lo más hondo de tu agujero es juventud
que no te pertenece.

Tú no verás el fondo de la peña.
Antes te mueres con arrugas
y con la misma sed en la mirada.
Es amargo, a veces demasiado,
gotear interrogantes, más profundas, corazón,
herir la peña, pero con menos tiempo.

De Heideggerianas / Genealogía

Zu-sein / Habérselas

Zorrillo tonto, despojado, soy.
Clueco entre nidales y empalizadas
pío, zafacón del tenderal, huérfano perdido,
ser en extravío, cantáro lleno
de todo y nada, en zafariches, muino.

¿Dónde estás, Pastor,
que en descarrío te llamo?
¿Cuál es tu presencia, Zorro viejo,
que en el lenguaje me pierdo, sin sustancia?
Enséñame, Zu-Sein, los quiénes
a que hablo, si soy relativamente a
no sé qué mansedumbre.

El rasero me trajo de narices.
Si el existir es habérselas no existo.
Si encarar es vivir yo estoy agonizando.
Si hacer frente es palpitar, yo estoy inerte
y me apago en el mundo tenebroso de los útiles.

¿Dónde estás entre el Delfín y el Cisne,
dónde te constelas que no te veo
ni en el Sur ni en el Norte?

Zorro viejo, padre del perro bravo,
autor capcioso de la fuga
y rival de las cárceles del mundo,
muéstrame los peces con el cofre de hueso
y sus agallas salvajes y el poderoso escudo?

Díme qué existe debajo del pantano
y cómo se aúlla de rencor
en los desfiladeros.

4-2-1976 / Búsqueda de personas

Zorros viejos

En 1540, en brasa de tormento,
me habían quemado vivo. De mí
no quedó ni dominguillo con que espantar
la muerte y la colonia; pero en la Nueva Granada
los yalcones me lloraron y, como yo,
serían rebeldes, cimeros, indomables.

El procurado Zuhandenheit se armó
de la congruencia, de la solicitud
de lo aún no hallado: su heroísmo.
De turno, inesperadamente, fui el héroe
del Gran No, conciencia del destino.
Pedro de Añasco no tuvo tanta suerte.

Fue sedimento sin recuerdo
en el fondo del pantano. Quisieron
repartir mi pueblo en encomiendas
como útiles de oprobio,
como cosas y esclavos.

¡Pero no somos eso!
¡Somos gentes, Bewantnis
yalcones, zorros viejos, carajo!
3-12-1977 / Récord de Nacimientos


List

Zorro viejo / 2

Ni la razón ni la intuición pueden captar abalmente el ser de lo que se encuentra: Martin Heidegger


Porque, en oscuros corrales de mentira
y, en guaridas del monte,
mi rival hizo ciudades
y perjuró: ¡a la zorra, candilazo!
yo persisto con mi cabeza ancha
y con mi hocico agudo.

Soy un perro salvaje,
aún dueño de mi olfato.
Los entes manifiestos vienen-ante mis ojos
y yo no los persigo; pero a las aves de corral,
con cluecas mañas de Bezug
e hipócritas ardides, referencialidades,
yo sí las cazo, voy por ellas, las espanto,
las muerdo y que se vayan, digo.

Su humo incomoda mis zorreras.
Habitan cerca de mí
y a su aroma nauseabundo
yo detesto.

Tengo las orejas empinadas: ¡soy todo oídos!
y desnudo me deslizo con sigiloso paso
y me sigue la cola más larga que mis patas.

Largo y abundante, mi pelo y con él,
nazareo, nazco, crezco, muero,
¡pero ya son muchos los zorros desollados!
¿Y qué será? que me duele por instinto.

¡Pues que no soy intuitivo, entre otras cosas!
¡Que con dolor y con angustia aprendo!
Y a la gruta del desfiladero llamo geografía
y serme-anticipado en mi avanzar,
astucia, mi gramática parda, lo aprendido...

Porque, en oscuros corrales de mentiras,
me exigieron que sea yo su buen vecino
y adormecieron la zorra del sí mismo,
mi soluto, yendo a desollarla
a mis espaldas, aprendí a desconfiar
de entes a la mano.

El arte circunspecto del rechazo, a ver
en torno al zabulón de los corrales
y andar por el Umwelt de su Matoco,
he aprendido.

El mundo circundante de estos invasores
del estero es mi peligro: falsos e inconstantes
son como el yagrumo.

Necios quieren mis zorrillos,
mansa, mi hembra, crédulas las niñas de mis ojos.
Van a zorrear mi madriguera con sus corrales,
van a canjear mi astucia por razones
y yo persisto con mi cabeza ancha
y con mi hocico agudo.

12-1-1976

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Bendición de la zorreada

Bendita sea la zorra-madre que me parió
y la cautela zorreada que me salva.
Del pantano nutricio me dio su lenguaje.

De sus pisadas de vulpeja, sus verdades
y pezuñas; arcilla de lícuos pezones,
fue mi sustento hasta que mordí
al crecer, pan de mi soluto.

A su gruta en el desfiladero,
su cueva entre malezas, llamé mi casa;
al olor de su pelambre, mi refugio.

Bendito sea el ser salvaje
que me da naturaleza.
Echado en ser mundano me porfío,
me descubro aún lamido por sus besos
y por su lenguaje doy mis alaridos vivamente.

La bicha que me lacta con rugidos me cuida.
Con zarpacillos sin dolama me reprende
según crezco. Grande como el cosmos
es la dependencia nutricia
y lo que la madre instruye
por su hallazgo: Dasein
es la posibilidad junto al peligro.

Esta verdad es cimera como cumbre.
Grande porque no cabe en el juicio
y porque la dice la zorra de mis días:
madre-vida-en su totalidad.

3-2-1976 / De Heideggerianas / de Carlos López Dzur

El derecho a la habitación

al sociólogo uruguayo Carlos Vaz Ferreira
(1872-1952), portavoz de la
Teoría del Socialismo Atenuado

El zorro justiciero de una lógica viva
es que procura; se alimenta de Eros.
Habitación solicita para su noble briba.
Vaz Ferreira fue mi zorro bueno.

La racionalidad y genialidad la buscaría
en lo estofa de su concreto espacio,
de su concreto tiempo. Una mujer lo instruye
como a mí, Mitdasein. El dolor no es Eros.

Los siete pecados capitales no son,
en rigor, principio hedónico. De la moral
para intelectuales, «ve y escribe».
De la crisis de educación y el feminismo.

Piensa en el pobre, sin tierra, ser
en la falta de pan, en la guerra del mundo,
pero no olvides, mi habitación, mi co-mundo.
9-24-1976

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El arte

El arte es maldición y elipsis
porque no todos gravitan en el ansia
ni condensan el uranio.
Hay quien teme perder su masa
al agitar un verso.
Hay quien se acobarda antes de cantar
en favor de su onda
y alternar con las voces de la luz.

El Ultraje

Como niñita de su casa, adolescente
de lenguaje, inquieta de comunicación,
perduró su fantasía por algún tiempo.
Sería la primera vez que alguien la tocara
frotándola contra sí, boca de aliento.

Ella se hizo escapadiza por alguna pubescencia
inexperta del lenguaje y andó de manita sudada.
¡Quería voz ideal, su primer beso!
¡Era tan fresca, tan extramundana,
que no conoció el apremio hasta que él llegó
como objeto manifiesto y la sedujo!

Fue entre clamores noveleros del ser-en-el-mundo
que se le interpretó con palabras cotidianas
y comportamientos diseñados de desfloración!
¡Ahora vive en las calles de Un-Zuhause!

7-23-1976 / La paliza

El ser

El ser está cien trillones de veces
hogareño, en castillo de sangre y proteína.
Entre charcas de nucleótidos, el monarca
pasea, divaga, se estremece.

El horizonte es soluto amurallado
y su paisaje es infinito en apariencia,
aunque nunca lo sepa por sus débiles pasos
y su corta existencia.

... pero todo tiene su réplica de ardides,
poder tortuosamente comprendido,
afán desde ojos, milenario,
y es querer vivir y, aún morir,
lo que lo explica.

Hay un ritmo preciso de conteo.
Una mariposa temblorosa soltó su crisálida.
El monarca también su red de pasos
y la vida es ya para los dos, organizada.

Ahora a caminar... y a divagar
por qué se sufre y muere...

4-11-1992 / Los herméticos

Lupercal semántico

Sufren del mal metafísico
estas brujas, caprinas, las palabras.
Están malembas con su moral
jineteada en terraplenes
y en zonas maleconas del soluto.
Están por maíz comprado que no engorda.

Se van a sembradíos de crédula impropiedad,
al prado del lenguaje cotidiano.
¿Qué haremos este 15 de febrero,
nosotros, sacerdotes armados
con el vergajo duro de la Cura
y la cara embijada de mapuaza?

Por amor al Pan bien ganado
y los faunos / cimientos del lenguaje,
¿qué haremos por la casa del conocimiento
que va a pique, qué haremos?

6-2-1976 / Guilimbo Borrero

Logía, sacar al ente de lo oculto

Hay muchos fenómenos que, o no han sido todavía develados o se hallan en lo turbio. Fenómeno es, en este caso, lo que se-muestra-a sí-mismo; filosofía, por consiguiente, ontología fenomenológica universal que arranca de la hermenéutica de la Existencia: Martin Heidegger


Más que constante presencialidad es el hombre
y yo soy uno. Uno con las venas abiertas en el mundo.
Uno en la pregunta de si conozco ya lo conocido
o me queda un quehacer que no se agota.

Sin embargo, en la omniabarcadora unicidad
de la existencia, es que me pierdo. Sufro.
Es un olfato lo que me salva a veces;
es mi «logía», mi tesoro en lo oculto.

En la red de una ballena oscura, la historia
me tragó; sin elección estoy en el vientre del barro,
en la vagina del fáctico naufragio, en el mundo «en sí»
que me reprime, me esconde. Es el Verfallen.

¿Qué voy a hacer ahora si he caído?
¿Cómo diablos es que podré levantarme?
¡Ay, Jonás!, ¿qué tienes a la mano?
¿qué entes manejables por seres manejados?
Un ente que habla soy: Jonás que se anticipa
a verse oculto, Jonás, en la existencialidad y la caída.
2.

Ningún escondite queda que me satisfaga.
El pasado se diluyó en la arena.
No puedo corregirlo
ni por las zorras que amo.
El dolor hirió más que suficiente.
A la angustia de su causa, ¿quién la condena?
De aquí salgo, pues me queda el presente
y la muerte que se asoma a grandes pasos.
El naufragio es tedio; la presencia es logía
y proyecto; el cuidarse, torturante, es angustia.
Entonces, ¿qué es lo trascendente?
si no hay moral a priori, si no hay más que la muerte
y la promesa, el futuro, el aprendizaje militante
de sacar los muertos placeres de lo Oscuro,
¿has de ser mi dialéctica?
3.

Dialéctica, la necesidad me dio voz de consuelo,
hálito de espasmo, alta tensión de muta,
como jauría que se enfurece, rivalizando
ese infinito fantasmal venido a menos.

Me sospecho en das Momentum,
irrupción preciosa de la ira, apofánsis de ser
en alba imperiosa de reencuentro.
Seré en la realidad coherentemente.
Ser así, ser ahí: donde sólo es posible lo real,
personal, objetivo, objetivado.
Al fin, lo concreto es mío. Y domeña
el fruto de la tristeza-necesidad-deseo.

Soy, no porque soy cosificado, contenido,
junto a algo, soy en el sentido de los modos
en que todo se destruye, se amenaza, se encubre.
Soy, en cuanto dolor, mi ser finito, mi echada.

... Mas díme, para los días oscuros
de mi fenomenología antes de la dialéctica,
cuando sea yo quien me enfrente
a la exclusión del sentimiento y de la fantasía,
a la intencionalidad trunca, a los encubrimientos,
¿qué haré con ente en cuanto está
con su ratio essendi, tan mordido,
e inertes mis instintos,
por la razón cognoscente?

¿Qué haré cuando sea mera aparición y me aprese
el que sólo quiere al ente manipulado y oculto
más allá del ser-así real y mi síntesis de imagen,
más allá de los sujetos, más allá del proceso
del espíritu, vinculado al espacio, autoconstituído,
temporal, inespacial cuando conviene, kármico?
4.

Ser en el mundo es el horizonte a priori de todo conocer, incluída la autoconciencia: Martin Heidegger

Traer a la presencia aquello que no se redime
de sí en la experiencia de la pupila miserable,
aprender a mirar, sin la cáscara del párpado
y los ojos, ¿cómo es que duele así?

Nos duele tanto, como si el espacio se llenara
de mentiras, o los tiempos se anudaran
con los odios, con angustia, ¿cómo es
la existencia de este «quién», sin «qué» ejemplar
o abstracto fundamento... las cosas ya no
hablan de sustancia, las referencialidades
se fugan a la sorda, a penas recobradas
por el uso en la pesadilla pragmática
del mundo cotidiano...

Traer a la presencia desde un para qué
que esclaviza el ser que siento,
no es acto de conocimiento.

Es desafío, referencia al oficio, comprender
el poder y el ocuparse en lo que puedo ser
a cada instante, atenido al abrirse, al proyectarse
sin ayuda de ninguno, ninguno que me alcance, sí,
antes de mi deliberación o mi victoria reflexiva;
ay, posibilidad mía, oscura precomprensión,
incierta me apesadumbras, ¿cómo te abro
en la temática lógica cerrada, cómo me yergo
a verte y me atengo a lo que entregas?

3-11-1987
5.

En la época de masas, en la diáspora artificial
del hombre «fuera de sí», lamido y relamido
por lo abstracto, ¿qué puede ese Zorro
(sin poder universal e irrevocable),
qué puede si se come el cable de lo triste
y su nostalgia sensual no es suficiente?
Lo acosará la miseria concreta, la jaula,
la mentira, la tragedia de la sabiduría,
el dolor de Sófocles y Esquilo.

Están simplificándolo todo.
El slogan viene, afilosóficamente
y que sabrá él, el ser reducido
a cualidades esenciales y gastadas.

¿Qué puede el zorro heraclitiano
(con el dinamismo fluído de la vida)
si las alas del Bien se las han ido
destrozando más abajo y más arriba
del topós uranus? ¿Qué hará
ante los predicadores de la lexis?
Kant que mercadea absurdos metafísicos
de moral, discursos superficiales,
para los mercaderes de la fe, junto a otros
con utensilios de imperativos suprasentivos,
ventajas invocadas para el destino categórico?
13-3-1976

Norteamérica y la anonimia

Schickung / Destinación

Bienvenidos los que creen
que el mundo es insufrible, cruel y oscuro.
¡Les tengo una noticia bienhechora, fenomenal!

La realidad depende de la cura, pero no lo real.
De modo que es posible jugar en el Gran Patio
del ser-tranquilizado y esconderse
de la angustia de ser libre.

¡Quieran, hijitos tristes, que con querer
se gana y se cuida lo alcanzable y llevadero!
¡Quieran que hay entes manifiestos
que agradecen el apego y la llevanza!

Serse por anticipado ya en el mundo
no siempre es soledad o berrinche.
Quieran, chicuelos esclavizados de contento,
darse al encuentro que, aún en penumbras,
hay descanso y consuelo.

En el gran patio óntico están las cosas
manifiestas, intramundanas.
No siempre son juguetes, pero bien
que divierten...

¡Abran los ojos, hijitos tristes,
vayan sin muina al circo cotidiano
y verán los ríos salvajes,
esteros y ninfas del julepe, retozonas!
... pero eso sí...
no se aparten del Uno.

La cura angustiadora vigila los portales
y está ofreciendo, por amor,
un ser sí mismo más amplio
que todos los patios y los entes:
el destino de la luminosidad.

7-7-1978 / Obsidiana Press

Complicidad

¡Hoy somos cómplices, unos-para-otros,
tal para cuales! Topamos con el disturbio
que evitamos. ¿Quién dijo: el salvaje eres tú...
que no lo veo, quién que obedezca
el No matarás?
... ladrón es que roba a las honestidades.
A Dios lo van tomando, siglo a siglo,
de pendejo...

Se ha espantado el apoyo y el balance
y corremos loquinchos por los andurriales.
Esta es la mundanidad que sacó mis aullidos,
el poder que se convoca
por los que urden tirarme del caballo.

Pues ya asoman las pezuñas debajo de mis pasos
y el colmillo azota el viento
como el Mejor de sus Verbos.

¿Qué está pasando con la mansedumbre creadora
y la fratría que el Matoco nos trastoca por enteros?

3-7-1975

El Inestante

El Uno rehuye la elección. Ciego para las posibilidades no es capaz de repetir lo sido, sino que solamente lo mantiene y obtiene lo efectivo sobrante de lo histórico universalmente sido, se las ruinas y las informaciones manifiestas sobre ello. Perdido en la asistencia del hoy comprende lo pasado desde el presente: Martin Heidegger


Por eso están sin progreso
las sendas de las rías, a oscura el obreraje
y los riachuelos turbios.

El capataz no es un igual ni puede serlo.
Hombre de confianza no es, ni solidario.
Es alguacil de hoz, el Inestante,
el presente canijo, el funcionario.

Uno es que repite el evangelio
de los entes redimidos por contrato.
La voz representada del Gran Dueño
es Don Nadie, el traidor.
El original extenderse del destino sigue oculto.

Milonga por Semele

¿Cuál es el lío con la luna
que tanto loco se la da por victimaria?
¿Quién se traga la píldora?
¿Tanto molesta que una panza del alma
esté preñada con voces siderales y cefeidas?
¿Por qué tanto temor
-por quítame ya estas pajas-
si la luna es piedra de los navegantes,
pailita del ensueño, tertulia
con las luces que fluyen en los versos?
2.

Te llamarás Cefe, poeta,
piedra pulsante, distante roca,
Pedro-Cristo, biología y neuma.
Cefiso, padre de Narciso,
monstruo marino, pescador
en los espejos fluyentes del agua.
Saltó de la sartén a la candela.
Nadie lo hizo morder el polvo
-avergonzándolo-
violándose ante ojos ciegos
sin cuenca por testigos.
Y así sueña, se intima, sin combate,
gesticula, se poruña,
se viste de manso alarde,
ethos y maravilla.

Y más acá, sin embargo,
hay posada y aplausos de las ranas
porque en la entrada tiene plaza
e imperio y una estera
para que se queme a solas.
Se pinta de pavordia y honor,
sin agonía, pero bajo esa luna
en la frente de los dioses,
es mudo pichote con chancletas,
cucutúes del Decaer
que trepidan por discurso,
sordos por la otorragia.

En la piltra polisémica de la mar
es un imbécil, chalao
con la calambre y el rocío
y navega en seco y jamás halla playas
y ninfas de descanso.

¿Qué sabrá un huérfano de luna
sin la bestia de la oxitocina,
donde corresponde arderse hasta la fiebre?
Si Júpiter no siente la payada del estrum,
¿de qué vale la sartén llena de versos
y la hipófisis, intacta, a la semilla?
En vano, bajó.

¿Qué sabrá del clítoris el que no duerme
en la hornilla y sondea como hormiga
en los túneles de la enana copa de la vulva,
qué sabe de Luna el que salta de la sartén
a las llamas del fuego fatuo?
3.

Se(me)le botó la canica.
Se le metió el obenque
por la cofa misteriosa.
Donde misterio se define
como clamor de nadie,
anticipación de opiniones ajenas
para no decir nada,
sino echar la biga al behique
(al poeta por trovero de la eutaxia,
por grillo en la cañada del godeo).
4.

Somos del mismo rebaño,
hijos de la mar:
Nereo y Forcis,
padres de las Nereidas,
adivinos y sopladores del afros,
espuma y olas, ¿y qué tal,
Mar Egeo, cuando Semele flota
como nenúfar de queso de bola?
... y el Mar Caribe se vuelve tan cachondo
por causa de la Luna,
¡qué negra en hopalandas de plata!
que se viene en olas, se chorrea
y desgarba la cola en ritmos de conga.
5.

Se me leyó un discurso
sobre las cortinas de humo
y no hice caso, porque el loco y la luna
¡nada que ver!
y la luna y el poeta colaboran
no en construir castillos en la arena,
como en soplar la espuma
y calentar el menstruo
en la sartén de la cofa.

Pero el que saltó de la sartén
por culpa de Epopeo,
quien confundió el corazón
con una gran papaya
y la chupó como a mangó,
dulce y maduro, dijo que los poetas son
su dulce rebaño, exótico universo pre-industrial,
fáciles de esclavizar en la dulzura
(¡y ni quien nos llore!)

Que nos dén mangó y papaya
y se acaba la lujuria por la viejas
y los lobos aullantes en las noches.
Dejamos la Luna en paz
y los mares tranquilos.
6.

Cualquier poeta, han dicho
los que opinan fuera de la sartén,
puede explotarse empresarialmente
en forma de vampiro,
en semblanza de triste,
en loco selenita.

Para cosechar sus despojos
(o quitar su botín), quitemos
las ropas de Nictímene,
desvirguemos sus mitos sagrados.
Quedo yo y mi mujer y la hija que te dí,
que se hizo lágrima.

La luna se sepultó en la mar,
porque tú sí has caído, hermano mío,
con tu boca de lechuza y obenque
de palo clavado en tu jolla primitiva.

En la cantina, bebes aceite de lámparas
y te envejeces a mirringas, poco a poco,
con discursos de luces fatuas.
¡Eres el hazmereír y el crédulo
entre epopeos de rapiña
y chingarama, enemigos del agua
y la sal y la luz de luna y los óvulos de mujer
y las olas del verso masculino!

Fíjate y verás: te secan, te ofrecen sus cofas
de engaño, su humo, su aceite rancio de ajenjo?
¿Cuándo hemos bebido aceite y lumbre de urolitos?
«¡Nunca, hermano de la mar! ¡Nunca,
mientras seamos payadores de los ríos
y navegantes en aras de ninfas
con nalgas túrgidas, lúbricas
por el melao de olas,
tibias por sus pechos verdes, azulosos,
y una piel suave de palomas que te afelpa!»


Me gustan más los salvajes

Por todas partes somos en camino en medio del ente y ya no sabemos qué hay del Ser... Mas, dedicarse sólo al ente, en el olvido del Ser, eso es nihilismo: Martin Heidegger

Los mentirosos su larga historia sobrepujan
y la repiten sin formalismo estricto.
Son como eruditos de violeta y en apuros.
¿Qué harás con ellos, Locke,
Padre del Empirismo?

¡Me agradan más los salvajes
cuando sufren y mascan ilusiones!
Quedan como artuñas malparidas.

¡Comen anamú, la hierba bruja
que el chivo no mastica, y no lo saben!
Cuando otros, como ustedes,
se muerden la lengua, mentirosos,
es que yo canto y sonrío. ¡Perdón!

Soy el zorro viejo y malo.
De plano es que los mentirosos de estirpe
me repugnan y prefiero a los que ya saben
que, al canto de la diuca, deben huir,
o morir a palos.

A estos otros, a quienes viene la loca,
no es fácil desmentirlos.
Son sabios, artificiosos, sutiles.

Mis zorrunos predicen la irrupción de peligros,
pero nunca la llaman Mala Suerte:
feces de macacoa, bolas de changa.

3-5-1978 / De Heideggerianas
Sequoyah 2 / Récord de Nacimientos

Como yerba mala

Mi corazón es un sabañón
dentro del tronco del árbol de mis huesos.
Sepan, hijos de la lógica arcaica
que pasa por moderna,
herederos del lenguaje refinado,
científicos que aparcelan al soluto,
adviertan de una vez y por todas
que soy la yerba mala que no crece en el limbo.
Ahí no crecemos, no, ni en las regularidades
se detiene el impulso salvaje que traemos.

7-13-1974 / Sequoyah 1

Angustia

a César Vallejo


Hemos estado hambrientos, pordioseros,
desesperados en el fondo del bostezo.
Avergonzados, sospechosos,
sin saber si estar agradecidos
de que la geografía nos diera alguna vez
su dignidad de espacio manso, volumen
en la esfera de lo vivo.

Uno al otro, nos miramos mansamente
dibujados en sociedad, sin firmamento,
como dos colegados, truncamente burlados
por el infinito, en la miseria de ser-ahí,
tan angustiosos, que la rebeldía se apaga
y la llama remanente por más desventura llega.

La muerte abre su boca y nos espera
y aún ni queremos ser
ni queremos haber-sido.

11-9-1996 / Del libro Heideggerianas / Sequoyah 2

El hombre desorganizado

La misma capacidad intelectual se somete a la posibilidad de una organización, lo que jamás rige para el espíritu: Martin Heidegger


Yo sigo malvestido con el olor a esteros.
Camino celoso por cada corazón en mis pisadas.
Me gusta que se diluya el viento que me sigue...
aún así, no se van, me acechan.

Aún así, a los organizados piadosos,
les molesta mi espíritu y cómo lo descifro
dando destino a él desde mi humanidad
submitida, deyecta y entregada, mis proyectos.

No es que ellos teman que devuelva los golpes.
No doy estocadas por cornadas, pero resisto.
Es que son custodios de la Noche,
ecuánimes, sacerdotes del entendimiento.

A las cosas ya dadas las revisten con modificaciones...
Quieren que mis pantanos fluyan hacia sus rascacielos
que son el torbellino, su mundo comundano,
su más allá, nocturno de cielo y gloria santa.

Quieren el progreso que apuñala con axiomas.
Que utilice sus vestidos y sombreros.
Que me corte las uñas y las greñas.
Que me ponga al servicio de las sombras.

3-07-1975

Realismo ingenuo

El ser en general

La infidencia del placer y el movimiento
subvierte los raseros
del sistema predicado de categorías.

El entrampado de Verkehrung es perverso
ya que ha sido llamado el ser en general
que es imposible: ontología.

Nosotros, los impuros, creemos lo contrario
quizás por odio al realismo ingenuo: el Ser
es demasiado concreto. Es paradójico, es sucio.

7-11-1974 / Heideggerianas

Nosotros, los impuros

Nosotros, impuros, la agudeza del desencanto
tenemos bajo el hunco y metidos estamos
en lo hondo de la bruma.

Todavía peleamos con la mala palabra
y el desquite, pero hombres y mujeres somos,
habitantes de la ciudad y la caverna
con la pregunta del Ser y del soluto.

Sepan que los objetos temáticos de la ciencia
no arrebatarán del todo
la espora germinante y el bejín,
las vocaciones de este animal humano.

Se aprende, por igual, de la emocion,
rompiéndose el corazón en los peldaños.

De Heideggerianas, libro de Carlos López Dzur

El Dasein impuro

Sepan los hijos de la interpretación positiva
que tengo muy malas costumbres:
más que un Yo, tengo el Nosotros
de lo impuro, el yo animal
que amó a mosquitos, subió y bajó
a las charcas de metano.

Como escarabajo o moscardón
que explora el excremento, me he sentido,
solazado, y hiedo a veces
más a marisma que a riachuelo.
Soy como pozo, no como corriente.

Entre sedimentos holozoicos crezco.
Asomo mi cabeza entre limos
y soy parte del pueblo de los jigües...

Pero es que quiero más que el Yo
del sabio ventolero, tan falsamente higiénico
que lo acumula en la memoria todo:
lo sucio, lo cruel, lo innecesario.

No yo, que no soy santísimo ni puro.
La limpieza la hago en cuanto puedo
y no siempre es posible.

7-11-1974

Láctame

Láctame con un canto sonoro,
desde un-pro-de vitamina.
Estoy sediento de agua y raíces por tu causa
Mi esperanza es que me unjas
con fluídos de significaciones.

Los conceptos son leche.
Aproxima ese pezón maravilloso.
Larga ha sido la actividad generalizada
del entendimiento; pero habla tú.

Házlo de tal modo que yo sepa
que comunicas para mí
primariamente y en total.

Heideggerianas


2-9-1993

Intemerata

La razón no sabe lo que hace.
No, ya no sabe. En algún momento salió
de su casa de palabras.

Confiada de que no hay ente
que rehuya conciliarse:
todo puede ser entendido
con la recríproca interacción de la dulzura.

A su paso le salieron los sentidos,
rudos a veces, pero nobles.
La razón a todos traicionó.

Sí, ¡fue ella! después de llenar con ilusiones.
La razón se ha vuelto intemerata,
corrupta como vieja deshonrada y recelosa.
Se atreve a todo por llegar a lo sumo.

5-13-1976 / Heideggerianas / de Carlos López Dzur

Saturday, December 8, 2007

Los genocidas

... son Hitler, Mussolini, Ceausescu. Milosevic, Honecker, García Meza, Noriega, Galtieri, ad infinitum


Criminales hay que jalan el gatillo,
pero otros peores: chingaqueditos,
genocidas intelectuales.
Estos autorizan la hecatombe.

Con arcas gubernamentales,
sufragan el crimen.
Con justificación verbal,
lo enaltecen...

... mas no se olvidará su delito, no.
Ni al cómplice en la sombra, tan lobuno.
En el útil se sobreentiende el para qué
y el asesino, por igual, se precomprende
por remisión del productor a portadores.

En olfato va obsequiada la pista de la burla
y los zorros del desfiladero,
desenmascaradores, va catando huellas.

18-4-1980 / Heideggerianas

El animal castrense

Alegan que el progreso es
desarrollo necesario, sólo que se lo alquilan
al alguacil de hoz de los caminos.

Y éste, ¡ay carajo! es el peor de los mortales.
Se alimenta del conocimiento perceptivo,
con menos de la tolerancia que ninguno
y el sentido común que sirve a su dominio.

Es animal castrense: movido
¡por puro afán de condicionalismo!
¡Dótalo de salario y te saca los ojos;
no la pagues y será tu enemigo!

Pero usted y él, lockeano del atempere,
son iguales; doman entes, verdades
se adjudican ya con predefiniciones,
arrastran pies y conciencia, si la tienen,
por no abrir espacios al Ser que los contempla.

Nunca pensarán la referencia al fin,
al destino, a lo que pueda ser llamado
sí mismo y esperanza; son nihilistas
en trafique escatológico,
animales de bellota,
pero siquitrillados.

3-5-1978

No se olvide el asesino

No se olvide el asesino
del inmediato mundo circundante,
el que empuña remisión, tirando piedras
y escondiendo la mano, no se olvide...

... quien reinventó el puñal por jure bellis,
la espada para el hurto y la opresión,
premeditador del ser-acompañado
y el ser-acompañante,
no se olvide que con el útil del cohecho
también se coencuentran a la mano
los quienes victimados, otros
para quienes la traición
y el golpe bajo se destinan.

A las mutilaciones, con su aviso,
cobarde, vaporoso, seguirá la pregunta:
¿quién es el que amenaza, el que hiere
o asesina?
¿Quién, con mañas de lobo,
es quién se esconde y usó el arma
y atormenta y reincide, canallesco?

No se olvide que hay quien quita el yo
y se huye del destino siendo los proveedores.
A expensas de la muerte, en secreto organizados,
ejecutan la amenaza, pero fundan sus escondites.

No escaparán impunes, no,
aunque sólo trafiquen en las sombras
con portadores de la muerte innecesaria.

18-4-1980 / De Heideggerianas

Los incomunicables

Being-in-the-world has always dispersed itself or even split itself up into definite ways of Being-in: having to do with something, producing something, attending to something and looking after it, making use of something, giving something up and letting it go, undertaking, accomplishing, evincing, interrogating, considering, discussing, determining: Martin Heidegger


¿Son escenarios invisibles? No.
Sólo mis ríos mentales, epinefrina.
Salgo a la calle para hallar voces
en común que comuniquen.

Descubro que para nada han servido
los textos de extravío cuando,
entre tumbos, salí para encontrarles.

Con verdades sicológicas y útiles a la mano,
ni carpinteros nos supimos.
Cuando más cautivo estuve en este cavilar
sin fruto, mi porción se halló
en tus manos, Beula.

No la dijíste tuya ni la dijíste mía.
No la cantaste ni a tus hijos.
Ni a mis vecinos. Ni a los tuyos.
No añadirás mi voz a tus horas muertas,
al asueto consolante con que piensas y sufres.

Es tu hemisferio ulterior, tu geografía
en la rutina del ahí, nos desconocimos;
por más que dije: Háblame.
Yo me oigo en tí.

Los días tristes

Este día, triste como es,
tiene ojos grises de aparición,
rostro más real que ;a molécula
y el resplandor que sus perros
ajota a soles fugitivos.

¡Cuántos ojos grandes como ésos
habré dejado de ver sin poder sonreir
desde mí mismo porque existen
en la raíz de la tarde y son
testigos de lo inverificado!

En este día, mitad perdida en otras voces,
¡soy feliz a pesar de mi irresolución
y mi angustia vacía!

Tan fácil, en apariencia, que sería
ir corriendo a tí y abrazarte y darte gracias
por tus ojos grises y profundos.
Tu mirada es un milagro de la noche.

De Heideggerianas / de Carlos López Dzur

El ladrón más poderoso

Aprende que, absurdamente
como la vida es, muchas veces
la dicha abre la sonrisa.

Los ojos gozan tan pública
y privadamente con las cosas
que nadie te clausura la alegría.
No por decreto y por siempre
en el cotidiano rodaje del afán.

¿Quién quitará tus labios y ojos fieros?
¿Quién destajará tus dos manos, corazón,
sin ser un asesino, quién agredirá
tu juventud de flor abierta, quién dejará
de sembrarla y obtendrá honra para sí?

Ninguno y nadie
porque el ladrón más poderoso
también asesina con silencio que culpa
y extirpa a sus verdugos de su esfera.

Está bajo la piel, una alegría
y el rasero, es el escudo admitido
que paradójicamente, cuida de tí,
al menos, uno de tus cantos para el tiempo.

La dicha ardua

Sé feliz, no por ellos,
sé jovial por tus ojos y roba
de la belleza de lo externo
hasta que permanezca cada niña en tu pupila.

Desnúdalas y ámalas que son la alegría
de lo creado, melodías pendulares,
tañidos. Danzan címbalos de infinito.
Que nada las oscurezca hasta que sean tuyas
en tus noches, totalmente tuyas como orgasmo.

Después que mueras, ayudarás
a liberarlas con libertad sideral;
serás ángel taquiónico. Llévalas contigo.
Que dancen en negros agujeros del cosmos.

Mira que has de bailar hasta el fin de tus días
Ella enseñó este gozo del deseo
antes que las metieras a tus ojos,a tu alma.

Como una pedrada

Una pedrada que viene de la nada
y aturde la frente,
objetiva o significativamente,
es a la mano,
para que sigas agresoramente
matando cosas en el camino
y descubriendo
en cuanto tal lo que no quieres
en la unidad de lo múltiple/

Una pedrada viene y tú no sabes
desde dónde o cuando atacará tu frente
o cuando será óntica
u ontológicamente manifiesta
precisándose en los conceptos previos,
ya existentes.

Te queda sólo formular
que te ha pegado. Vas al suelo.
Lo que ha sido basado en precedentes
diferenciando las nuevas condiciones
con esta angustia puede que te brinde
deseos de levantarle o que otro venga
y aprieta tu pescuezo.

Ciertamente, tendrás que destruir
los dogmas de lo arcaico
para que el juicio se renueve
y no vivas más de pútridos aromas.
La estructura de ese acaecer
es historcidad.

3-8-1992

La caída

En el mundo espaciado, cuento horas
y el giro circundante me recoge. Es mi caída
en la detención de sus fenómenos y entes.

Y en el trajín de cargar con la caída,
con los muertos dejados en los ojos,
con la orilla que pisamos, semi-vivos,
uno hace tratos-con la gana de esquivar
el recuerdo, o su clamor,
o su no sé ni por qué...
¡matamos el ser más trascendente!

Y la llama cotidiana arde
queriendo entrar
sin quemarse en este abrirse,
llevar al acaecer su luz entre penumbras,
y la lluvia, el viento o la piedra son
como importunos tenderales
que dan sombra al lugar que no quieres.
El cadáver nos sigue, dentro y fuera.

Heideggerianas / poemario de Carlos López Dzur

Orientación

... guided fantasy are useful shortcuts to intuitive knowledge that is usually unconscious or ignored: Phyllis R. Koch-Sheras, Ph. D.

Por los rastros del zorro,
visualizo el alarido,
su temor que estremece.

Lo hallo en las palabras de la bruma
y enciendo mis ojos como llamas.
Sé la dirección por la que llega,
su avance-resuelto y mi paso
en vela se cuida de otros pasos.

La interpretación de lo visto
se pondera como un como
y divisa lo necesitado,
no a la mano.

11-19-75

La posibilidad

Siempre habrá una posibilidad conmovedora,
caminos que pueden ser eficientes,
calles para ver muchas cosas
con ojos llenos de fuego, asombros
para subir por ellos
como si fueran la escalera,
andanzas en lo desconocido.

También hay un extremo pasadizo,
el término del que huímos
como si hubiésemos asesinado
la dicha que más vecina fue
de nuestras manos, la niña que asomaba
a las pupilas sin hacerse
una canción a los oídos.

Ese cadáver que nos pesa
en algún rincón de la dicha,
en la sombra, en el letargo.

Heideggerianas