Friday, December 7, 2007

El amigo

Estás desorientado. Nadie te entiende como yo. Vives en una sociedad de nativos. No hay nadie interesante con quienes puedas conversar. Yo te comprendo.

Tengo muchos consejos para espabilarte. Te enseñaría, en primer lugar, sobre tus prerrogativas ante las maneras tradicionales y modernas de cultura. ¿Te sirve el náhuatl para algo? Ya se averguenzan de éso hasta los mismos indios. No. Debes irte a Europa; allá te apreciarán... Aquí no. Seguro.

La criada es una putarraca imbécil. ¿Ella te baña? Cuéntame. ¿Te toca la polla? Díme. Ella sí que es una india. Te diero adorar porque, ¿quién civiliza si no el blanco, al que hoy llaman gachupín con desprecio?

«Mentira, mentira».

¡Ay, llamarás a tu mamita como el faldero mariconcito, ay! Fue una simple pregunta y una más simple observación. ¿Te digo cuál es tu problema? Cualquier sanchopanza te manipula. Se aprovecha de tí. ¡Qué lastima, qué injusticia!

Escucha. Dáme la cara, maricón. No te tapes el rostro para dirigirte a mí o si te estoy hablando… ¿Por qué te enojas conmigo? Somos amigos. Conversar es el comienzo de la amistad. Dos veces lo hemos hecho, ¿recuerdas? Dos veces y ahora es una tercera vez que conversamos. Hemos conversado. ¿Lo sabías?… Vamos a ser amigos. No lo somos ya porque eres muy altanero. Te escondes. Eres agresivo, te ocultas el rostro. Sinceramente me simpatizas por una razón únicamente. Una. Una. ¿Quieres saberla?

«¿Porque soy un nahualtin?»

¿Nahualtin? Olvídate. Apártate de esos cuentos de criadas de culo moreno, indias apestosas y superticiosas! Eso no es nada. Eres algo mucho mejor que todas ellas y sus nahualtines. Eres un jovencito muy guapo; ¿te has mirado en el espejo?

«Nunca, cruz cruz cruz».

¿Le tienes miedo a los espejos? ¿Mientes? Es tu error. Estás majo, mira qué pinta, lotario. Si lo hicieras, en vez de negar tu color y quererte indio, te darías cuenta que hay una chicuela que viene a verte porque le gustas. Ella es otra tarada, otra putarraca. Ella me lo dijo. Tú le gustas mucho. No por indio, por blanco, por tu pajarito rosado.

«¿Qué me importa?»

Sí, importa. Te la puedes comer, gozártela. Se ha desarmado para tí. Simplificó tu dominio sobre ella. Puedes gozártela. ¿Sabes cómo hacerlo? Atiende, mírame... besa su boca, sus tetas, su ombligo... ¡Abrela, levántele el vestido! Dedéala, sin dejar de besar fuerte en los senos y en la boca…

«No, no».

Mira, maricón. No tengas miedo. Son las delicias de la carnalidad... Hay gente muy afortunada: tú eres uno de ellas. Tienes la belleza de un efebo griego.

«Soy ugly ugly ugly».

¿Quién te dijo? Estás acomplejadísimo, qué atropello. Y me gustas mucho, chiquillo. ¿O qué, prefieres acaso los varoncitos? ¡Ya me dijeron ya me dijeron! Lástima, jilipolla... También yo, de vez en cuando, me comería un culito virgen de muchachito... ¡Uno tierno como el tuyo! Así de fácil...


8-12-1981 / De libro de Carlos López Dzur

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