El ser está cien trillones de veces
hogareño, en castillo de sangre y proteína.
Entre charcas de nucleótidos, el monarca
pasea, divaga, se estremece.
El horizonte es soluto amurallado
y su paisaje es infinito en apariencia,
aunque nunca lo sepa por sus débiles pasos
y su corta existencia.
... pero todo tiene su réplica de ardides,
poder tortuosamente comprendido,
afán desde ojos, milenario,
y es querer vivir y, aún morir,
lo que lo explica.
Hay un ritmo preciso de conteo.
Una mariposa temblorosa soltó su crisálida.
El monarca también su red de pasos
y la vida es ya para los dos, organizada.
Ahora a caminar... y a divagar
por qué se sufre y muere...
4-11-1992 / Los herméticos
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