Alguien de los que inventa
los demonios de la metagnomía
y asigna los castigos preventivos
cada vez que el mirlo canta
o que suelta la angustia
por excepción de los días,
me lloró con lamento diluviano.
El miedo guarda la villa.
Y estoy más muerto que vivo,
creyendo a lo más necio
del fondo de un caldero,
adelantado a mi tumba
después de ser amado.
Carlos López Dzur
*
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