Pusíste la oscuridad a mis pies
y me llamaste el pobre del mendrugo, 
el más pordiosero de la estirpe. 
Cuando llegas a cualquier portal 
se asoma el miedo y, en mi puerta fue igual.
Te dispusíste a hollar este gusano de Jacob. 
Invadíste la apertura de mi casa
con tus mentiras de altruísmo
y la centavería del escarnio; 
pero la calle tuvo un eco por tu causa: 
«¡Entró el despreciador por la Puerta de Dalet!»
De Teth, mi serpiente / CLD
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