¡Qué maravillosas son las mujeres
que entran por los ojos
y que dejan su alcoiris en las pupilas
y los pedazos de estrellas, aunque fugaces,
como olor que no escapa
al tajalán que gruñe hasta las trencas!
¡Qué maravillosas cuando se convierten
en memorias para los dedos
y nos desprecian, a media talla,
porque han visto sus sombras
derramadas sobre el pecho como babas!
De Carlos López Dzur
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